jueves, 26 de diciembre de 2019

#8 El Bosque de las ninfas

Microrelato, Relato, Cuento
El Bosque de las ninfas
   Mientras el ama de llaves corría de un lado a otro del comedor recogiendo los platos, vasos y cubiertos. Laina retomo la conversación que estaban teniendo ella y Aesath en el patio de armas. La joven apoyo la cabeza sobre uno de sus puños cerrados, absorta en las historias que narraba su maestra. Al parecer su forma de ser no se distanciaba tanto de la que había tenido su padre en la juventud. Por un instante Se detuvo el parloteo de la hija de Elsterat, viendo entrar de nuevo a los dos muchachos, limpios, preparados para vaciar sus platos. Los únicos que quedaban sobre los tablones de la mesa. Al verles Laina decidió contarles una de las historias que mejores recuerdos le traía de su adolescencia.

- Un día de verano, después de la fiesta de la diosa Herfry. En la época en la que los campos están en flor, llenándolos de color, de aromas dulces y los jóvenes corren descalzos a los caudalosos ríos para refrescarse, Braenir me incito a ir a un bosque cercano a Atherak. Le llamaban el bosque de las ninfas. Allí según las leyendas, habitan muchos seres de naturaleza mágica, pero el más preciado de todos es el bicornio de plata. Una especie de cuadrúpedo parecido a un caballo, pero con los cuernos de un fauno y el pelaje más brillante que el metal de la mejor de las cuberterías. Según los textos que había leído Braenir solo se aparecería ante una doncella de belleza sin igual, pura de espíritu. Me insto a que me vistiese con mi mejor vestido, haciendo que me peinase como para ir a una boda, para ir a capturarlo. De esa guisa partí al bosque de las ninfas, seguida de cerca por tu padre, Aesath. Atravesé la linde, profundizando cada vez más, hasta llegara un pequeño reguero, tan fino como un hilo de lino recién hilado en una rueca. Allí deje de escuchar los sigilosos pasos de Braenir. El viento se levanto con fuerza haciendo que mi melena rojiza hondease sin control. Entonces lo vi un ser precioso, pastando la verde hierba que nacía en la proximidad del curso del agua. Me miró con interés un par de segundos, antes de escuchar el crujir de una rama seguida de un grito y de Braenir que se precipitaba, haciendo que huyese desapareciendo en la espesura. Por suerte Braenir cayó de poca altura. Se giro para mirarme con una amplia sonrisa en el semblante, riendo a carcajada limpia. Me dijo que en otra ocasión seria nuestro, sin dejar de reír, antes de emprender el camino de regreso.

Continuara...

No hay comentarios:

Publicar un comentario